martes, 19 de julio de 2011

De la derrota y la necesidad de construir un kirchnerismo local en Capital.



(Esto lo escribí, todavía medio en caliente, hace unas semanas. Se me olvidó subirlo. Y se nos vino la elección en Santa Fe encima. En fin, pienso que aun puede haber cosas para rescatar.)

Han pasado muchos días luego de ese domingo fatídico en el que la restauración neo conservadora de Mauricio Macri sacó veinte puntos de diferencia al candidato del Frente para la Victoria, Daniel Filmus. Dejándolo al primero a dos chirolas de la mitad mas uno de los votos para ser reelecto Jefe de Gobierno en segunda vuelta, una vez más.

En los días que pasaron, mucha agua ha cruzado bajo el puente. Aparecieron diferentes puntos de vista alrededor de la derrota. Desde la vergonzosa carta que escribió a lo niña despechada el derrotado Fito Páez alegando que la ciudad no tiene swing y que no sabe votar (andá a decirle a alguien de Villa Soldati que no tiene swing, Fito) hasta autocríticas sesudas e interesantes dentro del arco nac & pop en torno a la dirección que se tomo en la campaña de Filmus durante las semanas previas.

La derrota era de esperarse para muchos (me incluyo). Pero la magnitud de la misma sorprendió a propios y extraños. O al menos destruyó la burbuja de las encuestadoras que avizoraban de los cinco puntos de diferencia.

Igual acá no estamos hablando de burbujas hechas simplemente por encuestas. Realmente, y coincidiendo con mucha gente de la intelligentzia blogeril, la campaña de Filmus ha contado con bastantes déficits que fueron cubiertos de forma sigilosa por el aparato que rodea y protege al actual jefe de gobierno. El enemigo.

Si bien hubo una recuperación importante de votos en comparación con las legislativas de 2009 en capital, durante el peor momento del kirchnerismo en los ocho años que lleva gobernando el país. Apenas se han subido tres puntos porcentuales en comparación a la primera vuelta de las elecciones a Jefe de Gobierno de 2007. Acá ya no se puede echarle la culpa solo a la irracionalidad del voto porteño. Me parece que el problema va porque a lo largo de estos años kirchneristas a nivel nacional no hubo una construcción política local del movimiento nacional & popular.

De todos los turnos electorales que han habido en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde 2003, desde el kirchnerismo solo se ha presentado como estrategia tirar la gestión nacional sobre la mesa proselitista, de forma abstracta, para ganar un voto tan liquido e individualista como el porteño. Este esqueleto de campaña ha venido funcionando en conjunto con cierta construcción discursiva progresista que venía gestándose durante los años de Aníbal Ibarra al frente de la jefatura de gobierno. Fue una alianza que durante los primeros años del kirchnerismo ha funcionado. Sin embargo, cayó Ibarra en medio del affaire cromagnon.

Otro factor que hizo entrar en crisis al relato de la ciudad progresista perfecta fue el aumento en la percepción de las clases medias y medias-bajas de la mejoría económica a partir del tercer y cuarto año de gestión kirchnerista. Esto produjo un reflujo en la movilidad de las clases socioeconómicas perjudicadas durante la crisis de 2001-2002. Los símbolos del progresismo cultural urbano entran en el ocaso al calor del crecimiento en los ingresos, mientras que la escala de valores individualista volvía a escena.

Lo que se vió el domingo antepasado fue un loop de las elecciones porteñas en 2007: Un discurso kirchnerista alienado por un progresismo porteño errante y derrotado por completo. La falta de variantes a este frankestein hizo que a la hora de la verdad, el oficialismo nacional acudiera a él para hacer frente a un gobierno local totalmente inoperante y represor en cuestiones sociales y culturales. Que hace agua por todos lados en su gestión del día a día durante estos últimos cuatro años. Se le hizo frente a un discurso bobo acompañado de una gestión inexistente con un relato al cual se le pasó la fecha de vencimiento.

Macri ganó porque, en este año proselitista, su equipo supo moverse mejor que el kirchnerismo a lo largo y ancho de la geografía capitalina. Cooptando punteros y organizaciones barriales obviadas voluntaria o involuntariamente por Filmus. El académico quedó atrapado en una especie de alucinación. Encabezó una campaña torpe. Dirigida con énfasis a aquellos a los que no hay que convencer porque están convencidos de que el proyecto que representa el gobierno nacional es la mejor manera de construir política. Se juntó con eminencias de la derrota cultural como Fito Páez, Florencia Peña y Fena della Maggiora en espacios comunicacionales que necesitan una reinvención urgente como 678. Como consecuencia se chocó violentamente con la dura realidad.

El discurso que presenta el engendro que apoya a Macri es el de una derecha barata y berreta, frágil por donde se lo aprecie y basado en un imaginario de sociedad apolítica guida por valores neo conservadores en lo social y neo liberales en lo económico. Donde lo público es sinónimo de inoperancia y lo privado es vanguardia y modernidad. Más allá de que lo que representa Mauricio Macri esté a las antípodas de lo que propone el kirchnerismo, sus laderos han sabido, a base de recorrer toda la ciudad y darle cobijo a la mano de obra punteril, capitalizar gran parte de la alta intención de voto que tiene Cristina Fernández de cara a las presidenciales de octubre en este distrito. Algo que Filmus no pudo hacer porque simplemente no supo leer ni el voto ni la realidad sociocultural de la ciudad.

El voto de gran parte de los porteños es por razones económicas y localistas. Si Filmus no logró captar ese voto es porque la construcción por la que se candidateó no se plasmo en la dialéctica local. No hubo constitución de una variante kirchnerista o ligada a el que haya crecido desde las bases locales y se mimetice con la política y la rosca barrial e interbarrial. Llegando y tocando esos tantos lugares que el macrismo no toca. La ciudad siempre vota a contramano de los proyectos nacionales. En todo caso el electorado se puede volcar a un proyecto similar al nacional pero con vocación local y vecinal.

Frente a la endeblez que caracteriza a las huestes macristas en el día a día de su no-gestión y en los balbuceos discursivos se le puede oponer tranquilamente una propuesta ampliamente superadora de cara a cuatro años. Que conjugue lo mejor del proyecto kirchnerista a nivel nacional y la apuesta fuerte por la política territorial como forma de ir sumando voluntades y construyendo un relato que supere a la restauración conservadora que gobierna la CABA. Que trascienda el cordón Rivadavia y zonas aledañas.

Lo mejor es ir ideando un camino pragmático y basado en ideas concretas que deje de ampararse en luminarias mediocres que se hacen llamar artistas y relatos políticos oxidados que, como si fuera poco, son devorados por abstracción de un académico de FLACSO. Hay que pensar a la ciudad como una intendencia del conurbano bonaerense. Basando la campaña en metas más o menos concretas sustentadas en políticas sociales, culturales y económicas inclusivas pero haciendo foco en lo estrictamente local.

Que el kirchnerismo gane el balotaje en la ciudad sería una proeza utópica. Pero no hay que bajar los brazos a pesar de lo que se avecina. Es un buen campo de ensayo para ir construyendo otro discurso que reemplace al progresismo estereotipado. De sumar y no moverse en forma cerrada. Dirigiéndose a quien ya no hace falta convencer. Al menos el diagnostico sobre el desempeño en esta primera vuelta ha sido mucho más claro que el de hace cuatro años.